lunes, 10 de noviembre de 2008

KYRIOS (Significado)


SEÑOR Los traductores griegos de la Septuaginta (= LXX) utilizaron la palabra Kyrios (Señor) para traducir el nombre de Dios, el Tetragrámaton hebreo (YHWH), que los judíos no pronunciaban.


Ese es el título más usado en el NT para referirse a Jesús, especialmente después que este venció la muerte con su resurrección y dejó así establecida su soberanía (Jn 20.28; Ro 1.3–4; 1 Co 12.3; Flp 2.9–11).


Tetragrámaton: Término griego que alude a las cuatro consonantes, YHWH, con que se escribe en hebreo el nombre de Dios. Por su carácter sagrado, este nombre llegó a considerarse impronunciable. Los traductores no han llegado a un acuerdo respecto de la traducción o transliteración del término en versiones contemporáneas. Siguiendo la tradición establecida por la versión Reina-Valera, en la presente revisión se ha conservado el nombre «Jehová» como transcripción de YHWH.

JESÚS... La expresión absoluta de Perfección!!!


LA MÁS HERMOSA HISTORIA DE AMOR

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16)

Alguna vez escuché decir a alguien que Dios era un ser sumamente aburrido y muy poco romántico, pero cuan equivocado estaba y tan alejado de la verdad, tanto que le hacía decir semejantes cosas. Pues déjame decirte que de ninguna manera Dios es un ser aburrido y mucho menos poco romántico. Para que puedas estar seguro de esto, déjame contarte la más hermosa historia de amor, ¡Si!, del amor de Dios hacia los hombres (se entiende por hombres al género humano, tanto varones como mujeres). ¿Sabes?, hubo un tiempo en el cual el hombre tenía una relación estrecha e íntima con Dios, con el Dios todopoderoso creador de los cielos y de la tierra, pues aunque tú no lo creas esto es verdad; el hombre era capaz de hablar con Dios y verle cara a cara, déjame que te lo pruebe.

Y Jehová Dios mandó al hombre diciendo: “Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás.” (Génesis 2:16-17)

¿Te das cuenta que al decir mandó... diciendo se refiere a una comunicación estrecha y fluida entre Dios y el hombre? No se trata de una relación vía algún medio extraño de comunicación, ni de otras cosas, ¡no!, se trata de que Dios mismo tenía una relación con el hombre y de muy intima naturaleza. Pero debes saber que el hombre no supo conservar esto, lo perdió y todo por su desobediencia.

Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar la sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella, y él comió. (Génesis 3:6)

En ese preciso momento comenzó la caída del hombre y su alejamiento de la gloria de Dios, alejamiento de aquella relación tan hermosa que hasta ese momento tenían con Dios. Dios solamente les pedía su fiel obediencia, pero ellos no supieron cumplir con su parte, por ello el hombre quedó sin contacto directo con Dios.

Expulsó, pues, al hombre y puso querubines al oriente del jardín de Edén, y una espada incandescente que se movía en toda dirección, para guardar el camino al árbol de la vida. (Génesis 3:24)

Bien, pues, la verdadera historia de amor de Dios con la humanidad no comienza ahí, Dios seguramente sintió este alejamiento más que el hombre, pero no se podía hacer nada al respecto, el hombre había transgredido la voluntad de Dios. Dios no quería que el hombre se perdiera; el hombre estaba muerto, pero muerto espiritualmente, muerto a aquella relación que le unía con Dios, él veía que el hombre se alejaba cada vez más y más de sus preceptos, de sus leyes que más tarde de la caída del hombre, Dios les diera por medio de Moisés.

Con el transcurrir del tiempo el hombre se fue alejando más y más, y Dios decidió enviar a su único y amado Hijo a servir como el medio de acceder nuevamente a Dios. El, su Hijo, fue anunciado a la humanidad muchos años antes de que él viniera a cumplir su misión, misión de amor.

¡Alégrate mucho, oh hija de Sión! ¡da voces de júbilo, oh hija de Jerusalén! he aquí, tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un borriquillo, hijo de asna. (Zacarías 9:9)

Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:7)


Los profetas entonces lo anunciaron y pocos creyeron, pocos le esperaron. Pasaron los años y aquellos pocos que creyeron a los profetas y le esperaron, algunos murieron con la esperanza de ver al Mesías prometido, otros heredaron su esperanza a sus generaciones venideras y aquellos le siguieron esperando; ellos sabían que él vendría para redimirlos de todo mal. Pasaron los años y un día...

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. EL nombre de la virgen era María. Cuando entró a donde ella estaba, dijo: -- ¡Te saludo, muy favorecida! el Señor está contigo. Pero ella se turbó por sus palabras y se preguntaba qué clase de salutación sería ésta. Entonces el ángel le dijo: -- ¡No temas, María! porque has hallado gracia ante Dios. He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin. (Lucas 1:26-33)

Su llegada a este mundo ya era un hecho confirmado, ya Dios había escogido a la mujer que habría de concebirlo y llevarlo en su vientre para que se haga un ser como cualquier otro hombre. Esa era la idea, él debía venir a esta tierra como un niño común y corriente, ser como cualquier otro niño, con la diferencia que fuera concebido mediante el Espíritu Santo de Dios.

Respondió el ángel y le dijo: -- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el santo ser que nacerá será llamado Hijo de Dios (Lucas 1:35)

Mientras él pensaba en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mateo 1:20)


Seguramente crees que algo así es imposible, pues debes saber que para Dios no existen imposibles y más aún cuando se trata de aquellos a quienes ama profundamente, los seres humanos a quienes él mismo creó. Bueno, a todo esto Jesús iba creciendo en sabiduría y estatura.

Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2:52)

¿Te das cuenta que él era un ser común a nosotros?, él nació y creció como cualquier ser humano. Vino a este mundo para cumplir una misión, enviado por Dios su Padre, nuestro Padre y creador. Pudo bien no haber cumplido con esa misión y buscar una vida mejor que la que tenía, pero fue consecuente con el amor y voluntad del Padre. Pudo haber dejado esa vida
pobre que vivía (él era hijo de un carpintero) y buscar riquezas, fama y otras cosas más, pero en su corazón estaba ya maduro ese inmenso amor por la humanidad que le hizo ser fiel y obediente hasta la muerte.

Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2: 6-8)

Te das cuenta del amor que Dios tuvo, tiene y tendrá por nosotros, él no estimó ser el Hijo de Dios y por ello no se aferro a esto como cosa importante y decidió dejar toda esa su envestidura, poder y gloria y se hizo hombre, y al ser hombre aún se humilló más haciéndose siervo. Te preguntarás ¿pero para qué tuvo que hacer tantas cosas para salvarnos?, pues para mostrarnos el camino a Dios. Y justamente ese es el camino a Dios, la obediencia, la humildad, la servidumbre, el amor por todo el mundo sin acepción de personas, el desinterés por las cosas valiosas (posición, títulos, poder, oro, fama, etc.). El quiso enseñarnos que esa era la forma de llegar nuevamente a tener una relación íntima con Dios, hacernos como él, imitarle y aceptarle como suficiente y único salvador.

¿Por qué suficiente y único?, porque no es necesario que otro lleve a cabo el sacrificio que él hizo (tampoco existiría otro que pudiera hacerlo) en vista de que ya fue hecho una vez y por siempre.

Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto a la carne, pero vivificado en el Espíritu (1a de Pedro 3:18)

Por otro lado era necesaria su muerte y el derramamiento de su sangre; su muerte para el posterior testimonio de su resurrección y así la glorificación de su nombre que desde ese momento pasó a ser nombre sobre todo nombre, y el derramamiento de su sangre para que por medio de la misma se haga la expiación ó el lavamiento de nuestros pecados que solamente podían ser lavados por la sangre de un ejemplar puro y santo. Pues no tenemos que hacer más sacrificios, él lo entregó todo por nosotros, él murió por ti y por mí, por las transgresiones cometidas por el hombre por tantos siglos. Transgresiones que aún se vienen cometiendo y con mayor intensidad cada vez. Jesús llevó consigo todos los pecados de entonces, de ahora y de siempre; por nuestras rebeliones fue crucificado.

El Señor Jehová me abrió el oído, y no fui rebelde ni me volví atrás. Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y las mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los esputos. Porque el Señor Jehová me ayuda, no he sido confundido. Por eso puse mi rostro firme como un pedernal y sé que no seré avergonzado. (Isaías 50:5-7)

Fue humillado y maltratado, molido y golpeado por nuestros pecados, por aquellos que representaron a toda la humanidad haciéndose mofa de él. Pero él no se rindió nunca ni dio pie atrás. Se mantuvo firme porque su amor por nosotros fue mayor.

Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos. Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y afligido. Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. El fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca. Por medio de la opresión y el juicio fue quitado. Y respecto a su generación, ¿quién la contará?, porque él fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la transgresión de mi pueblo fue herido.

Se dispuso con los impíos su sepultura, y con los ricos estuvo su muerte. Aunque nunca hizo violencia, ni hubo engaño en su boca, con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, y le hirió. Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia. Vivirá por días sin fin, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho. “Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos. Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores” (Isaías 53:3-12)

¿Te das cuenta de lo que Jesucristo hizo por todos nosotros?, y es algo que perdurará por los siglos, para que todo el que le invoque y lo haga de corazón sea salvo.


Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (Romanos 10:13)

Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Romanos 10:9)

Más a todos los que le recibieron (a Jesucristo), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos Hijos de Dios. (Juan 1:12)


Pues si has pensado que Dios es un ser aburrido y poco romántico, estabas totalmente equivocado; digo que estabas porque sé que ahora conociste la verdad. ¿No crees que es momento de experimentar ese infinito amor que él tiene para ti? Pues él es el romántico más grande de la historia, ¿por qué?, porque lo que hizo por todos nosotros no tiene comparación ninguna y me atrevo a afirmar que hasta el escritor más romántico caería desplomado en sollozo al enterarse de lo que Jesucristo hizo por el hombre. ¿Sabes?, es momento de dejar de mendigar amor por el mundo entero; si tu eres una persona que necesita sentirse amada, una persona que ha buscado en personas del sexo opuesto el amor e incluso en tus familiares cercanos, amigos, amigas, hasta en una mascota, ¡basta ya de buscar!. Es hora de extender los brazos y dejar que aquel que te ama eternamente te entregue todo su amor que supera todo entendimiento y que te dará una paz inexplicable. Si no sabes cómo hacerlo pues haz conmigo esta oración con todo tu corazón.

Dios bendito y eterno, Dios de amor y paz... hoy se que eres un Dios de amor y misericordia, un Dios que lo entregó todo por mí, incluso a tu Hijo amado Jesucristo. Por mi... un ser que no creía que podía ser amado por nadie; más ahora te pido me perdones por el atrevimiento de pensar que tú eras un Dios aburrido y sin amor. Señor Jesús, nunca podré terminar de agradecerte por tu sacrificio en calvario, por haber derramado tu sangre preciosa por mí, por amarme desde el principio, antes que yo lo supiera. Gracias por tu amor mi Señor y Rey, deseo de ahora en adelante expresare cada día mi amor a ti, con mi vida ofrendada a ti. Precioso Espíritu Santo gracias por haberme hecho sentir el amor de Dios, guía mis pasos a él y ayúdame a amarle cada día más y más, te lo pido en el nombre de Jesús, amen.